lunes, 5 de enero de 2015

Poniendo voz a los fallos

Ponerse a régimen o empezar a cambiar unos hábitos nocivos, como de verdad tendríamos que llamarlo todos, no es nada fácil. Todo en nuestra sociedad está diseñado para que nos den ganas de comer lo peor que la industria nos ofrezca, para no tener que mover nuestro cuerpo demasiado para conseguir nada; en conclusión, para ser unos sedentarios XXL.

Si aún con todos esos obstáculos, decides que es hora de cambiar de una vez, felicidades, estás en el camino correcto y ya has ganado la primera batalla. ¡Vamos a por la guerra!
En el camino hacia una mejor salud puedes encontrarte con otras trabas que poco o nada ayudarán a que tu adherencia a los buenos cambios que estás consiguiendo sean duraderos y sostenibles. Hoy puntualizo algunos de ellos, para que sepas por dónde tirar.

1.Creer que sabes más de lo que realmente sabes. Seguro que sabéis de lo que hablo. Hoy por hoy, TODO EL MUNDO es dietista y entrenador personal. Mi vecino, mi padre, mi amig@... Y yo mism@ por supuesto. Es un gran error, que claramente perjudica a la hora de ponerse a dieta y saber/poder mantenerla, empezar a hacerlo por cuenta propia, sin confiar en profesionales de verdad. Solución: Si valoramos nuestra salud y creemos que, efectivamente, necesitamos unos cambios en nuestra vida, lo más a adecuado es visitar a un DN profesional que nos hará un plan lo más adaptado a nuestras necesidades y gustos, sabiendo realmente qué es lo mejor para nuestra salud.

2.Tener la típica familia del “un día es un día. Anda ya, come un poquito de…”. Cuando se empiezan a cambiar los hábitos alimentarios y de actividad en general, creo que puede ser muy positivo comentarlo a la familia y allegados. Explicarles qué estoy haciendo, por qué y que necesitaré el apoyo real de todos. La gente alrededor diciéndote “por un día no pasa nada, vaya dieta estás haciendo, ¿ahora te vas a correr con el frío/calor/lluvia que hace?” NO AYUDAN NADA DE NADA.

3.Acudir al “médico del cajón”. Si decidimos ponernos en manos de un profesional, que sea uno de verdad. El médico de cabecera, el endocrino u otros que se hacen llamar “dietistas” muchas veces dan dietas generales, que sacan de un cajón del despacho, y allá te las apañes. Es muy difícil adherirse bien a un plan dietético que NO tiene nada que ver con tus gustos, costumbres y rutinas. Solución: Como leí hace poco por una red social: “La dieta la pone el paciente, el DN solo aconseja” (@nutri_rivers). No se puede tomar literal, pero es cierto que la solución a la falta de apego a la dieta muchísimas veces está en que te organicen una que de verdad se adapte a tu vida. Deben hacerte una entrevista en profundidad, en la que el profesional termine conociendo bien tus hábitos. Nadie soporta más de dos semanas un cambio brusco en su rutina, y menos si estamos hablando de comida y ejercicio.

4.Ser el rey/reina de las excusas. No hay nadie más eficaz para echar por tierra un objetivo que tú mismo. Cuando no se QUIEREN hacer las cosas, se encuentran excusas de lo más variopintas, la mayoría irreales pero que el que las dice se termina creyendo “a pies juntillas”. Solución: Sé realista. Nadie va a adelgazar/moverse por ti. A nadie más que a ti va a importarle tu salud y tu bienestar físico, mental y emocional. Márcate retos, objetivos a corto plazo, escribe tus deseos en un papel bien grande y cuélgalos en la nevera y encima de la televisión (que será dónde más veces mires si eres una persona sedentaria). Cada vez que vayas a hacer cosas negativas para tu salud o dejar de hacer algo que sabes que te conviene, cuestiónate a ti mismo: ¿Me compensa quedarme sentado en el sofá todo el día? ¿Cuántos años quiero vivir, y en qué condiciones? ¿Estoy dispuesto a pasarme la vida en el mundo del quiero/deseo/me encantaría que…? NO. Pásate al mundo del “PUEDO”, del “nadie va a dar más que yo”, del “voy a llegar tan lejos como nunca pensé que podría”. El que quiere puede, de toda la vida.

Resumiendo, lo más importante a la hora de cambiar es estar dispuest@ tú mism@ sin pretender que nadie lo haga por ti. Sin embargo, conseguir rodearse de un mundo cercano que te apoye, te anime y te aliente en esos días de “flojera” es muy, pero que muy positivo.

Y recuerda… “Cuando las metas establecidas no coincidan con las metas alcanzadas será una ayuda recordar que es natural que haya objetivos que no consigamos, períodos improductivos, temporadas en las que parezca que progresamos poco o nada, incluso periodos de retrocesos y que todo el mundo debe enfrentarse a estas experiencias en algún momento. El progreso se compone de altibajos; en ningún caso es una navegación sencilla.” (@SaludIntegral).

Gracias por leernos, Nutrientérate.
(Laura Massía Rodríguez)

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