Una de las
frases que más me molestan en mi profesión actual (camarera, como ya sabréis
muchos).
Llega una
familia chachifeliz, se sientan,
piden cervecitas para los grandes y BEBIDAS AZUCARADAS para los pequeños, y a
mirar la carta.
Los padres
se decantan por algún marisquito, pescado o alguna buena carne pero parecen
confusos por lo que van a dar de comer a sus retoños. Entonces aparezco en
escena y llega la pregunta del millón (del millón de tortas que le daba yo a
más de un@): “¿El niño que puede comer?”
Pues señora (porque sí, suelen ser las
madres las que lo hacen), a no ser que su hij@ sea intolerante o alérgico a
alguno de los ingredientes que lleven nuestros platos, que yo sepa puede comer
de todo.
¿O es que
acaso usted está en un escalafón superior, que le permite comerse un buen
bacalao pero el pequeño se tiene que conformar con unas tristes croquetas o un filete empanado con patatas congeladas (que
es lo que buscan efusivamente todos los progenitores)?
Vamos a ver,
son niños. Da igual que el plato se llame “lomito de atún con espuma de
cítricos y escarcha de perejil”, ellos van a ver un plato nuevo, un filete que
huele de maravilla. Algo que descubrir. ¡Se mueren por probarlo! Intenta darle
una oportunidad, quizá te vayas a casa con una grata sorpresa.
Ahora bien,
si eres un poco perr@ y prefieres
tirar de las facilidades (y las calorías innecesarias) que te dan unas patatas
fritas y unas salchichas, pues allá tú. Pero para eso no te gastes el dinero en
un restaurante.
Y hasta aquí
la reflexión que quería compartir con vosotros.
Espero “vernos”
pronto.
*Nutrientérate